A nivel psicológico, la práctica sistemática de mindfulness genera múltiples beneficios, los cuales se manifiestan tanto a nivel de auto percepción general del individuo como en el desarrollo de habilidades especificas. A continuación presentamos un resumen de los principales aportes a nivel psicológico reportados en relación a la práctica de mindfulness (según Segal y cols, 2006) todos los cuales podrían tener un impacto positivo en el manejo y reducción del stress:
• Desarrollo de la habilidad de “descentramiento” la que corresponde a la capacidad para observar pensamientos, emociones y sensaciones corporales tanto negativas como positivas sin dejarse llevar por las reacciones automáticas que estas gatillan. Esta habilidad abre la posibilidad de ampliar el repertorio conductual explorando abordajes alternativos a las situaciones cotidianas y por lo tanto, de relacionarse con la experiencia de una manera nueva y más sana, trascendiendo condicionamientos muchas veces disfuncionales permitiendo así romper círculos viciosos que perpetuán el stress.
• Validación y aceptación de la propia experiencia, lo que facilita la detección temprana de señales físicas, emocionales y mentales relevantes a la hora de prevenir situaciones conflictivas o potencialmente “peligrosas” (ej.: síntomas físicos de stress incipiente).
• Desarrollo de la capacidad de autorregulación emocional. La autorregulación (Bandura 1986; Mischel 1990 en Oldham, Skodol & Bender 2007) se define como el proceso mediante el cual los seres humanos establecemos metas, objetivos y sub-objetivos y evaluamos nuestro comportamiento propio en función de los objetivos que nos hemos trazado, en un contexto de retroalimentación constante. En este sentido, Marsha Linehan ha definido las características de la mala regulación emocional como: 1) Dificultad para inhibir un comportamiento inapropiado motivado por una emoción intensa; 2) Dificultad para organizarse uno mismo para lograr las metas propuestas; 3) Dificultad para regular la activación fisiológica gatillada por el estado emocional intenso; 4)Dificultad para centrar la emoción cuando el sujeto se encuentra emocionalmente estimulado (Linehan, M 1993b en Oldham & otros 2007). Esto se relaciona a lo que Ekman (en Goleman, 2003) llama “periodo refractario”, o lo que Davidson (en Goleman, 2003) llama “función de recuperación”, es decir, el tiempo que una persona queda “a merced” de una emoción muy intensa, regresando luego a un tono emocional “normal”. Una pobre capacidad de autorregulación emocional, tiene un sinnúmero de repercusiones desfavorables en la vida de una persona, dificultando entre otras cosas, el establecimiento de relaciones interpersonales maduras y un sentido estable del self. La practica sistemática de mindfulness ha demostrado una particular efectividad en la mejora de la capacidad de autorregulación emocional, pues disminuye el periodo refractario y aumenta tanto la experiencia como la expresión de emociones positivas (Davidson en Goleman, 2003). En relación al stress, podríamos decir que la capacidad de autorregular las emociones se va debilitando debido al desgaste generalizado que se va produciendo en el organismo a lo largo del tiempo, por lo que eventos que antes eran inocuos para la persona, pueden gatillar reacciones emocionales desmedidas. La práctica del mindfulness podría aportar en el manejo del stress en tanto permitiría al individuo responder ante los eventos estresantes de una manera más ajustada tanto para él como para su entorno.
Disminución de la tendencia a la rumiación. Se ha demostrado que la rumiación (tendencia a “quedarse pegado” en pensamientos negativos) es una causa de recaídas en la depresión (Segal, Teasdale y Williams, 2006). Esta tendencia, también observada en estados de ansiedad y stress, incrementa los niveles malestar aumentando la vulnerabilidad de la persona a cronificar respuestas disfuncionales ante situaciones o gatillantes cada vez más inocuos. Mediante la práctica de la atención plena el “canal” de la conciencia se entrena para ser “llenado” con datos provenientes del momento presente, inhabilitando el circulo vicioso de la rumiación lo que ha demostrado tener un efecto positivo en la disminución de patrones automáticos vinculados a la depresión, ansiedad y stress.
Respecto a la validación empírica, diversos estudios sugieren que las intervenciones en mindfulness pueden ayudar al tratamiento de distintos desórdenes, por ejemplo: trastornos psicosomáticos, ansiosos y de la conducta alimentaria, entre otros (Baer, R. 2003) ayudan a reducir las puntuaciones de ansiedad y depresión (Kabat Zinn et.al, 1992) resultados que se han mantenido luego de 3 años de realizados la intervención (Miller et.al, 1995). Los tratamientos basados en mindfulness han sido eficaces también en la disminución de la depresión y ansiedad (Ramel et.al, 2004), así como en la disminución del malestar psicológico, aumentando el grado subjetivo en que los pacientes consideran haber alcanzado sus objetivos terapéuticos (Weiss et.al, 2005).