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Cuerpomente

Nos resulta natural utilizar las palabras cuerpo y mente como dos términos diferentes, que refieren a dos dimensiones de nuestra experiencia distintas y separadas entre sí, que en el mejor de los casos tienen algún punto de conexión, pero que muchas veces se conciben como opuestos.

Decimos por un lado “me duele la espalda” y por otro lado “me siento triste”, sin embargo, rara vez aludimos al hecho que vivimos una experiencia integrada, que cuando nos duele la espalda, a la vez nos estamos sintiendo tristes, y que en realidad son una única dimensión de la experiencia.

En la cultura occidental moderna, la separación entre la mente y el cuerpo ha sido una característica predominante, a través de esta división, hemos estudiado y enfocado cada aspecto por separado, sin reconocer que en la vida cotidiana ambas dimensiones están ineludiblemente unidas. 

Si bien es indiscutible la importancia de tener un lenguaje específico, que diferencie el cuerpo de la mente, y viceversa, también es relevante reconocer que a nivel experiencial no podemos separarlos del todo, y que necesitamos un vocabulario que dé cuenta de este hecho.

En nuestro idioma hemos desarrollado un profuso vocabulario para referirnos tanto al cuerpo como a la mente, por separado, sin embargo, son escasas las palabras que refieran a la vez a ambas dimensiones. 

En este contexto, propongo incluir la palabra «cuerpomente» como una alternativa sencilla y clara en nuestro idioma, para aludir a la experiencia que es a la vez corporal y mental, entendidas como una unidad única e irreductible. Pensar este término como una palabra  (y no como dos) podría renovar nuestra percepción y comprensión de la experiencia.

Por supuesto que esta idea no es para nada nueva, en diversas culturas se han utilizado palabras que han tratado de dar cuenta de esta integración, y a modo de antecedente compartiré dos ejemplos.

En la cultura japonesa se utiliza el verbo omou (思う) para referir al pensamiento con la emoción, omou alude a pensar y sentir a la vez. En Japonés hay otros verbos más específicos que aluden sólo a pensar, como por ejemplo el verbo Kangaeru (考える), y el verbo Furigana: (かんじる) que aluden a tener una emoción. 

Más cercanamente, en la cultura occidental y científica destaca la propuesta de una «mente corporizada» (o “embodied-mind” en su expresión original en inglés) expresada por el científico chileno Francisca Varela. Esta expresión sugiere que todo acto cognitivo (incluyendo el pensar y el sentir) ocurre en un cuerpo, que no es solo un contexto físico de la cognición (como un hardware es a un software) sino que a su vez, el cuerpo es una estructura experiencial-vivida. 

Al adoptar esta comprensión, se reconoce que nuestras percepciones, pensamientos y emociones se entrelazan en una danza compleja, formando una dimensión vital indisoluble. Esta interconexión nos insta a considerar la posibilidad de visibilizar una realidad unificada, en la que el cuerpo y la mente son inseparables.

¿Qué sucedería si incluyéramos la palabra «cuerpomente» en nuestro vocabulario y en nuestras vidas? Esta inclusión no solo sería un cambio lingüístico, sino una invitación a percibirnos y entendernos a nosotros mismos de manera integrada. Al reconocer que somos una entidad compuesta por aspectos interconectados, estaríamos así más abiertos a abrir nuevas posibilidades de comprensión y de autodescubrimiento.

En conclusión, la palabra «cuerpomente» ofrece una alternativa simple en nuestro idioma, que superan la dicotomía tradicional entre mente y cuerpo.

Nuestra cultura moderna puede beneficiarse enormemente al incorporar esta perspectiva, permitiéndonos percibirnos como seres complejos y unificados, en lugar de entidades fragmentadas. 

La inclusión de términos como «omou» y «mente corporizada» nos recuerdan que estos intentos no son nuevos, y que resulta valioso renovar nuestro vocabulario buscando palabras que den cuenta de nuestras experiencias de un modo integrado.

Incluir la palabra «cuerpomente» podría abrirnos a una nueva comprensión del mundo y de nosotros mismos, desencadenando con ello un cambio en nuestra manera de habitar el mundo.

Escrito por Claudio Araya Véliz