Libro Abrojos

Muchas gracias por el interés en el libro.
Por favor, completa tus datos en el siguiente link:

https://forms.gle/o5xRDzjBztiGDPtr5

Luego de completados los datos, me pondré en contacto para facilitar la entrega.

El libro estará disponible a principios de octubre.


El precio del libro será de $10.000. (Pero al reservarlo antes de la presentación y durante la presentación misma tendrá un precio de $8.000) Opciones de retiro o envío a Santiago y Regiones (Por Correos de Chile):

  • Retiro en Ñuñoa, Santiago de Chile: Retiro sin costo.
  • Envío a Santiago: Costo de envío $3.500.
  • Envío a Regiones: Costo de envío $4.500.

***Para las amigas y amigos que viven fuera de Chile, lamentablemente aún no tengo opción de enviarlo de un modo práctico. Pero pronto les avisaré las opciones que la editorial me confirme***


FALACIA PRE-POST PANDEMIA

En este tiempo ¿No has tenido el pensamiento o la fantasía de que, cuando se acabe la pandemia retornaremos a la normalidad que teníamos antes que apreciera el COVID?

Es probable que muchos de nosotros hayamos experimentado la falacia pre-post pandemia, que en pocas palabras podríamos entender como: la creencia de que después de la pandemia (momento post) volveremos a recuperar un estado de “normalidad pre-pandemia”.

Detengámonos brevemente a revisar esta falacia:

  1. En primer lugar, en esta falacia se presupone que en el futuro volveremos a tener una “normalidad pre-pandemia”, como si el tiempo pudiera volver atrás. Así el futuro es percibido como definido, y semejante al momento pasado anhelado.
  2. Una segunda característica es que se idealiza este pasado pre-pandémico, connotándolo como “positivo”, “normal” y “deseable”, en contraposición al estado presente.

Esta valoración positiva del pasado tiene el sesgo que omite las dificultades y problemas que teníamos antes de la pandemia, y que quizás solo están invisibilizadas por la situación actual, cayendo en el hechizo de que: “el tiempo pasado fue mejor”, minimizando los aspectos desfavorables que el pasado tuvo y que solo está poco visible en el presente.

Pero ¿Por qué es negativo caer en esta falacia?

Aún cuando puede ser un natural mecanismo adaptativo, el riesgo está en que toda falacia oculta y distorciona la experiencia, además, esta falacia genera una “pseudo-esperanza” que no está basada en ningún antecedente, y nos pone en una situación de pasividad, de esperar que todo vuelva a una idea de “normalidad”. 

¿Qué hacer entonces?

Quizá lo más relevante sea darnos cuenta de la falacia misma, ponerle nombre y entenderla como un modo de autoprotección, pero sin caer en ella automáticamente, abrirnos a reconocerla y cuestionarla críticamente.

¿Y si en vez de suponer que volveremos a una “normalidad pre-pandémica”, desarrollamos una perspectiva alternativa, adoptando una actitud de apertura y curiosidad ante lo incierto? 

¿Y si en vez de quedarnos esperando, elegimos apreciar lo que tenemos, y a quienes tenemos, y elegimos actuar, cultivando intenciones y acciones empáticas, compasivas y altruistas?

Al cambiar nuestra perspectiva de las cosas ¿no cambia también nuestra experiencia de ellas?, y con ella ¿No cambia también lo que terminará ocurriendo?

Claudio Araya Véliz

*Fotografía tomada desde el Parque Mahuida, La Reina, Santiago de Chile.

Sucedáneos Sociales

Aún recuerdo la impresión que me causó la primera vez que vi una botella en el supermercado que decía: -Sucedáneo de limón- sabor limón, pero sin limones.

Lo que más me impresionó no fue el producto mismo, sino la noción de sucedáneo, la pretensión de ser algo, pero sin serlo.

Hoy los sucedáneos ya no me parecen extraños, al contrario, son demasiado habituales, hoy vemos leche que no es leche, carne que no es carne, mayonesa que no es mayonesa, etcétera.

Sin desconocer los aportes que puedan ofrecernos los sucedáneos de algunos productos (como ofrecernos alimentos más saludables), quisiera explicitar el peligro de trasladar esta lógica al ámbito social.

Queriéndolo o no, la lógica del sucedáneo está permeando nuestros discursos, con el indiscutible riesgo de reemplazar en el lenguaje y en nuestras experiencias lo que antes significaban ciertas cosas.

Quisiera compartir algunos ejemplos de estos sucedáneos sociales, uno de ellos es cuando nos referimos a las redes sociales, noten que ya no pensamos en nuestra comunidad de seres queridos y amigos en quienes podemos confiar, sino que hoy el término red social refiere a una tecnología, a un sitio web o en una aplicación de nuestros computadores o teléfonos móviles ¿No es esto acaso esto un sucedáneo social? y de pasada ¿No es acaso una apropiación indebida de un significado compartido? 

Una experiencia relacional y social (nuestra genuina red social) fue reemplazada sin que nos diéramos cuenta en su significado por un invento informático (su sucedáneo social).

¿Acaso los amigos de facebook o de instagram no son sucedáneos de las genuinas amistades? ¿Acaso los like o los emoticones nos son también sucedáneos del resonar y emocionarnos juntos?

Y es que un emoticon riendo no reemplaza las buenas carcajadas compartidas, un like es apenas un pálido reflejo de nuestro sentimiento de gozo de estar juntos.

No soy ingenuo en este punto, las que llamamos redes sociales llegaron para quedarse, y pueden también tener algunas virtudes, como contribuir a mantenernos conectados, sin embargo, el riesgo viene de nuestro lado, cómo permitimos que se reemplacen significados, y con ello experiencias, cambiando la compleja y emocionante vivencia humana por sucedáneos sociales.

Si nos dejamos arrastrar irreflexivamente por esta lógica, corremos el riesgo de vivir rodeados de sucedáneos sociales, que de a poco van permeando nuestra cotidianeidad. La redes sociales son sólo un ejemplo, podemos reconocer otros términos donde el lenguaje devela sucedaneos sociales, por ejemplo, cuando hablamos de recursos humanos (como si las personas fueramos primariamente recursos), los clubes de lectores, donde ya este término no significa una comunidad de personas apasionadas por leer, sino que es apenas un nombre de fantasia que se le da a un grupo de personas al cual se le ofrecen ofertas comerciales. 

Ser conscientes de estos sucedáneos sociales nos permiten develar el problema y darle valor a lo que realmente lo tiene, la experiencia directa y el encuentro cercano e íntimo. 

Creo que el problema no es la técnica en sí, sino el estatus que nosotros le damos, haciendo que prevalezca la lógica instrumental por sobre la lógica del sentido. 

La invitación que quisiera hacerles es a que volvamos a mirar, que privilegiemos el encuentro directo y la presencia, con el temor y el riesgo que esto implican, riesgo que sin embargo vale la pena correr, para que los sucedáneos sociales retrocedan o al menos no ocupen el lugar de privilegio que hoy parecen tener.

Al concluir esta breve reflexión resueno con lo que escuché hace algunos años: “Solo el amor reemplazar al amor”, y hoy agregaría: “y que por favor, no lo reemplacemos por sucedáneos”.

De asombros y esperanzas

Sobre una página en blanco me animo a escribir estas lineas, lo siento en parte como una necesidad y en parte como un impulso, un movimiento que deambula entre lo emocional y lo reflexivo, quisiera hablar de asombros y esperanzas.

Con esta invitación que me hago a mi mismo (y que les hago), quisiera abrir un espacio para compartir algunas reflexiones (y escucharles, si gustan) sobre la posibilidad de construir una sociedad y un país más fraterno, no como una utopia, sino aterrizadamente, como una posibilidad que podemos efectivamente construir. El primer comentario será sobre mis impresiones tras el triunfo del apruebo en la elección por una nueva constitución y sobre mis preguntas sobre lo que viene.

El recién pasado domingo 25 de octubre en Chile millones de Chilenos votamos por el apruebo, lo que significa que se abre la posibilidad para escribir una nueva historia, una nueva constitución. Se genera una posibilidad impensada hasta hace algunos meses para construir un proyecto colectivo, y veo por delante incertidumbre y sobre todo mucho trabajo.

Partimos este primer paso con alegría y esperanza, y me ha rondado todo el día la pregunta ¿Cómo no perder esta alegría y esa esperanza en el camino? En especial si es un camino largo y quizás tortuoso ¿Cómo no caer más temprano que tarde en la desesperanza y en la posterior frustración?

Lo primero que me ayuda, es saber que será una camino largo, que tendremos que practicar la paciencia, y que todos los sectores de la comunidad necesitarán ser escuchados, todos.

También me ayuda saber que una nueva constitución no resolverá todos los problemas, sino que será una oportunidad para comenzar a construir un nuevo modo de relacionarnos entre nosotros. Juntos con una nueva constitución necesitamos desarrollar (en paralelo) un nuevo modo de relacionarnos unos con otros, más respetuoso, humanizante y fraterno.

Lo que me moviliza es aportar con un grano de arena a construir un Chile y un planeta en el cual mi hijo, y los hijos de los demás se sientan orgullosos de habitar. ¿Es esto posible? Una parte de mí no se la cree completamente, pero otra parte se pregunta ¿y por qué no intentarlo?

Si por delante el futuro no está escrito, esto puede salir o muy mal o muy bien, pero creo que vale la pena intentarlo y tratar de hacerlo lo mejor posible.

No seré yo quien diga qué se debe o qué no debe incluir en una constitución, soy apenas un ciudadano más, y ya hay tantos que levantan sus banderas por una u otra causa. Y aunque muchas causas me identifican, en especial las que implican reconocernos y mirarnos con mayor dignidad e igualdad, lo que quisiera resaltar en este primer post es algo previo, es que más que enarbolar una causa u otra, lo que necesitamos hacer primero es poner los cimientos el diálogo, necesitamos escucharnos, abrir espacios para encontrarnos en el espacio de incertidumbre.

Necesitamos no anteponer una opinión ya cocinada, sino tendremos más de lo mismo y un diálogo de sordos. Si todos quieren decir algo ¿Quién escuchará?

Me parece necesario que se construyan las bases a partir del encuentro humano no determinado, de establecer la voluntad de generar acuerdos y buscar las comunalidades que apunten al bien común y no el interés de unos pocos, incluso si simpatizo con ese grupo. Creo que es relevante que no se menoscabe a ningún grupo a priori, ni siquiera a quienes votaron rechazo, porque ellos también forman parte de este país.

Tengamos cuidado con no caer en la infrahumanización o deshumanización del otro, de quien piense diferente a nosotros sean invitados también al diálogo. Necesitamos sostener y abrir espacios de escucha, donde dialoguemos y conversemos desde los argumentos y no desde la descalificación.

Sin dudas la tarea que se viene será ardua y compleja, y creo que solo podrá ser afrontada exitosamente si estamos dispuestos a escucharnos, a crear algo nuevo y si estamos dispuestos a no anteponer los intereses y juicios que ya tenemos, para co-crear, para encontrarnos en un diálogo no determinado a priori.

Hoy es un nuevo día para mí y para esta tierra que llamamos Chile, y quisiera transitarla juntos a ustedes entre asombro y esperanzas.

**Fotografía: matias.trekkingphotography- ChileIndómito.cl

La indeterminación como posibilidad para construir una sociedad más compasiva

Los seres humanos compartimos al menos dos condiciones existenciales, por un lado, no estamos determinados por nuestra historia, aunque por supuesto somos influidos por ella y nos afecta, sin embargo, habitamos también un espacio de indeterminación, dónde tenemos la capacidad de elegir y de hacernos camino al andar. 

La segunda condición existencial es que el futuro aún no está escrito, es en gran medida incierto, y como éste se despliegue dependerá de la visión de mundo que tengamos y de lo que hagamos hoy.

Con la incertidumbre como base por supuesto las cosas pueden ir mejor o peor que lo que están hoy, sin embargo, reconocer que no estamos determinados y que el futuro es incierto son una ineludible invitación a actuar con mayor consciencia y nos interpela a tener una curiosa responsabilidad existencial.

Lo que termine ocurriendo mañana dependerá en gran medida de lo que hagamos hoy en nuestra vida cotidiana, quizás por esto es tán importante cultivar diariamente una conciencia presente y abierta, y una motivación altruista y compasiva, que sean antídotos ante la visión auto centrada en la que todos corremos el riesgo de caer (y en la que todos caemos a veces).

Creo que lo indeterminado no es solo un concepto filosófico, es una condición existencial que afecta nuestras vidas concretas, nos hace responsables del horizonte de posibilidades que se despliega ante los ojos y nos interpela actuar, se vuelve claro la importancia de lo ético, donde aparecen los otros y el cuidado. No vivimos solos y no podemos guiarnos solo por nuestros antojos, ¿Por qué? Porque nuestras actitudes y acciones afectan e influyen, podemos causar sufrimiento y también podemos ayudar a reducirlo y contribuir al bienestar de todos los seres. 

Aterrizando lo anteriormente expuesto a lo que estamos viviendo hoy en Chile, desde octubre del año pasado hemos sido conscientes de la expresión de una dolorosa desigualdad, del malestar social, de la sideral distancia entre los políticos y la ciudadanía (y por si esto fuera poco, sumémosle la crisis sanitaria producto del COVID-19, que está afectando al planeta). Ante esto, creo que tenemos la responsabilidad de salir de nuestras parcelas y de buscar ayudar a construir una sociedad más compasiva, una comunidad que privilegie el bien común (sobre los intereses particulares). Nadie dice que esta tarea sea una tarea fácil, que no implique riesgos y que incluso pueda salir mal, pero esto no es excusa para no intentarlo.

El próximo domingo tenemos la oportunidad histórica de comenzar un proceso que nos lleve a reescribir una nueva constitución, seguro no solucionará todos los problemas (dudo que alguien realmente crea que sea así) pero es una oportunidad para comenzar a escribir un nuevo modo de relacionarnos.

Creo que no estamos determinados por lo que fue, no estamos condenados a vivir con miedo, y a que el miedo defina nuestro futuro, no somos puros individuos separados, compitiendo y tratando de sobrevivir, podemos pensarnos también como seres sensibles, con la capacidad de ser compasivos y de generar las condiciones para vivir bien, con más sentido.

Los desafíos a los cuales estamos enfrentados son inmensos y necesitamos conectarnos con un sentimiento de comunidad, de humanidad compartida y desde ahí construir. 

Como un simple ciudadano, independiente, pero no neutral, quisiera invitarles a que redactemos una nueva constitución que abracen la diversidad y que las diferencias no nos dividan, sino que no se enriquezca. Pensemos en una consitución que no sea solo para unos pocos, ampliemos el límite de lo posible y que podamos construir una comunidad  más acogedora para todos los que habitan esta tierra. 

Para quienes se presenten como candidatos a redactar la nueva constitución, les invito a que se hagan continuamente la siguiente pregunta ¿Qué país y qué sociedad quisieran heredarle a sus hijos? ¿Y a los hijos de los demás habitantes de esta tierra? Quizás teniendo esto en mente se vuelva más fácil encontrar puntos de acuerdo, y que podamos escucharnos, y que la nueva constitución sea una invitación a construir entre todos un hogar más acogedor. 

**Fotografía de Francisco Martín León.

Nostalgia de presencia

Por Claudio Araya Véliz.

Cuando recordamos con nostalgia un momento ocurrido en el pasado, quizás no añoramos únicamente volver al momento concreto, sino que primordialmente añoramos volver a sentir lo que experimentamos en ese momento, sentirnos vivos y despiertos. Incluso si tuvieramos la posibilidad de volver, probablemente nos decepcionaríamos, ya que ni el momento ni nosotros seríamos los mismos. Considerando lo anterior, quizás más que hablar de nostalgia del pasado, podríamos hablar más bien de nostalgia de presencia.

Me gusta pensar que todos compartimos esta curiosa nostalgia, esta añoranza por habitar el momento presente de un modo pleno y vital, como cuando éramos niños y jugábamos sin preocuparnos.

Creo que como seres humanos compartimos esta profunda necesidad de retornar a casa, de tomar refugio en el momento presente, no entendiendo éste como un lugar físico particular, sino más bien como un modo de ser y habitar nuestra experiencia. 

Si nos dejamos conducir por esta nostalgia de presencia se nos abre la posibilidad de libramos de las ataduras de la cordura y del deber ser, para bordear la cornisa del no saber, entrando en contacto con la vida, que como un río va transcurriendo, sin detenerse, momento a momento. 

Aunque nuestras piernas tiemblen y aunque nuestros pies quieran salir corriendo, la nostalgia de presencia nos interpela a volver, a dejar de lado nuestras malas excusas para quedarnos justamente aquí, en el momento, con los ojos y oídos bien abiertos.

Aunque a veces le hagamos caso a nuestras malas excusas, la nostalgia de presencia nos da una señal que nos invita a volver, para conectar con el momento presente, vital pero incierto, donde nuestras única respuestas dignas son el asombro, la compasión y el amor.

Sosteniéndonos unos a otros

Aprendizajes de los espacios de práctica de mindfulness y compasión en contexto de pandemia

Participar de espacios de práctica de mindfulness online durante los meses de cuarentena ha sido una experiencia nueva para mí, y sospecho que para muchos. Sin quererlo se ha ido transformando en una oportunidad para explorar y construir un nuevo modo de practicar junto a otros. 

El espacio de práctica ha sido un recurso para conectar y compartir junto a personas de diferentes latitudes y contextos, reconociendo que estamos unidos, viviendo una experiencia personal e histórica común, compartimos nuestra vulnerabilidad y presencia en un tiempo donde se vuelve evidente la incertidumbre y también nuestra interdependencia.

Aún cuando no podemos cambiar las circunstancias, sí tenemos la oportunidad de elegir cómo afrontarlas, y optar por reunirnos diariamente para practicar junto a otros ha sido una experiencia significativa en varios sentidos.

Creo valioso detenernos y apreciar algunos de los aprendizajes que ha traído este novedoso modo de encontrarnos. De pronto, la sala de práctica se transformó en un espacio de encuentro virtual, comenzamos a interactuar con otros mediados por una pantalla.

Una pregunta que me aparece pertinente de hacernos en este contexto es: ¿Cuáles han sido los principales aprendizajes que ha traído participar en espacios de práctica de presencia plena o mindfulness online?

Quisiera compartir lo que para mí han sido cuatro aprendizajes centrales:

Primer aprendizajeSostenernos unos a otros

Hemos sido una comunidad de práctica que se ha transformado en un espacio de contención mutua, nos sostenemos unos a otros, elegimos conectarnos desde nuestra humanidad compartida, en vez de quedarnos en un estado de aislamiento.

En los diferentes espacios de práctica hemos tenido la oportunidad de detenernos y observar cómo estamos, también hemos tenido la oportundad de compartir nuestras alegrías y tristezas. Me resuena aún un encuentro en el cual concluimos cantando la canción Gracias a la vida de Violeta Parra, cantando más de 200 personas de diferentes lugares del mundo, y de la mano de la Guitarra de Gonzalo Brito, y al mismo tiempo, se me hace presente el silencio compartido tras el fallecimiento de una compañera de práctica, quien por varios meses estuvo participando en el espacio de práctica. El silencio y la emoción de su inesperada partida también formó parte del espacio de práctica, donde tuvimos la posibilidad de honrarla. 

Segundo Aprendizaje: Lazos de fraternidad y colaboración 

La experiencia de acompañar y dirigir espacios de práctica junto a amigos y colegas, ha abierto un valioso espacio de resonancia y colaboración. 

Valoro la fraternidad y amistad compartida, aprecio el conectar con amigos, diluyendo las distancia geográfica que nos separan. Habría sido altamente improbable que en otras circunstancias pudieramos conectar y acompañar juntos un espacio de práctica, tal como lo hemos estado haciendo durante los meses de pandemia. 

Recordando los versos de Atahualpa Yupanqui, cuando se pregunta: ¿A qué le llaman distancia? y responde: “Los caminos son leguas en la tierra y nada más, a qué le llaman distancia, eso me habrán de explicar”.

He tenido la suerte de acompañar la práctica junto a amigos que quiero y admiro, estando en diferentes lugares del planeta, nos coordinamos y dirigimos desde Buenos Aires, Santiago de Compostela, Madrid y Santiago de Chile. Los lazos de fraternidad se nutren y traspasan fronteras.

Tercer aprendizaje: Concretando encuentros altamente improbables 

Realizar prácticas a distancia ha abierto la posibilidad de diluir algunas de las barreras sociales y geográficas que habitualmente nos separan, quizás gracias a la pandemia se ha visibilizado lo interdependiente que somos.

Sin esperarlo y gracias a la generosidad de muchas personas hemos tenido la posibilidad de tener encuentros con mujeres y hombres notables, conversaciones y guías de práctica que en otro contexto no habrían ocurrido.

Como ejemplo concreto, gracias a la generosidad de Maria Noel Anchorena y Santiago Nader, amigos de la Sociedad Mindfulness y Salud tuvimos la posibilidad de compartir con muchos amigos, colegas y maestros, dentro de los encuentros más improbables que tuvimos estuvieron los sostenidos con: Susan Morgan, Bill Morgan, Florecen Meleo-Meyer, Jon Kabat-Zinn, Saki Santorell, Christopher Germer, Ronald Siegel, Vicente Simón, entre otros. 

Cuarto aprendizaje: Democratización de la práctica 

Las prácticas han abierto la posibilidad de conectarnos desde diferentes lugares del planeta, reduciendo brechas sociales, económicas y geográficas. Por supuesto que las brechas no se eliminar, pero estos espacios de prácticas gratuitas y online permiten reducirlas.

Creo que estos espacios de práctica nos han acercado al antiguo anhelo de que la práctica de la presencia plena se vuelva más inclusiva y democrática, que esté más al alcance de la mano de personas que de otra manera no podrían acceder a ella, por ejemplo, han participado adultos mayores, personas con movilidad reducida, personas de diferentes sectores de la ciudad, de diferentes regiones, provincias y de diferentes países.

Personas que viven en muy diferentes contextos pueden conectarse gracias a que la práctica ha sido online, por ejemplo, recuerdo a una mujer que vive en las afueras de Santiago, y que comentaba tras una práctica que de no ser por estar en una práctica online no habría logrado participar. Una hora de conexión online permitió que se sumara, ya que no necesitó trasladarse, ahorrando el tiempo de traslado. Si tuviera que asistir presencialmente le habría tomado el doble de tiempo o más. Esta mujer decidió participar en una práctica cerca del mediodía, justo cuando sus actividades cotidianas se volvían más apremiantes. En sus palabras, ella describía que hacer esta pausa le ayudaba a darse cuenta de algo muy significativo para ella, “que no pasaba nada si se detenía”, ella expresaba que se daba cuenta que el mundo no se derrumbaba si dedicaba una hora para ella misma. Luego de escuchar esto me preguntaba: ¿Y si esta posibilidad estuviera disponible para todas las personas que lo quisieran? ¿No podrán los espacios de práctica online abrir una inesperada posibilidad para democratizar la práctica?

Esta pandemia nos está dejando diversos aprendizajes, hemos sido testigos que sostener espacios de práctica de mindfulness y compasión online está trayendo frutos, el poder sostenernos unos a otros, cultivar la fraternidad con amigos y colegas, tener encuentros inesperados y altamente improbables, y al ayudar a democratizar la práctica, permitiendo que personas de diferentes contextos nos encontremos en un mismo espacio.

En síntesis, aún cuando el contexto de pandemia a traído ansiedad y sufrimiento, también ha abierto nuevas posibilidades, y no podemos obviarlo. Estas posibilidades vale la pena explorarlas y apreciarlas. Podemos volver a conectar con la intención profunda de la práctica, de contribuir a que todos los seres puedan estar libres de sufrimiento y que puedan tener una buena vida.

Epifanía cotidiana

Muchas veces me puedo dejar tentar por la idea de buscar tener experiencias y emociones intensas, creyendo que si las alcanzo tocaré eso que llaman «felicidad». Sin embargo, al asumir esta empresa corro el riesgo de perder de vista aquellos momentos cotidianos, micro-momentos de conexión y sentido, me refiero a momentos de epifanías cotidianas, momentos en los que percibimos que el tiempo cronológico no es más que un pálido reflejo del tiempo vivido, momentos donde nos sentimos parte del entorno y donde no tenemos que hacer grandes esfuerzos por sentirnos y ser distintos a quienes estamos siendo.Quisiera hacer presente un micro-momento vivido hace unos días, entre dos actividades mi hijo Gael de 3 años y medio me tomó de la mano y me invitó a jugar con él, tomó un globo azul y lo lanzó hacia arriba, y jugamos a simplemente lanzarlo, no había más propósito que ese, lanzar el globo y reírse. Gael se reía y yo me reía con él, fueron minutos de estar en esa danza. Debo ser honesto, a mi mente venían pensamientos de cosas que tenía que hacer después y algunos pendientes, pero la risa de mi hijo me devolvía instantáneamente a ese preciso momento. Mientras yo jugaba con él, disfrutamos juntos de los últimos rayos de sol de la tarde.

La trama que sostiene la vida

Por María Noel Anchorena y Claudio Araya Véliz

“Agradece a la llama su luz,
 pero no olvides el pie del candil 
que constante y paciente la sostiene en la sombra”

-Rabindranath Tagore

A lo largo de la vida vamos construyendo esquemas, patrones y modos de percepción. Estas formas repetidas y habituales de sentirnos y actuar nos conducen a narrarnos por lo general una historia hegemónica y esto conlleva un tremendo riesgo: deja afuera un inmenso campo de experiencia vital y de auténtico sentir, que va más allá de las narrativas, es decir, que va más allá de las jaulas que creamos y en las que nos atrapamos. 

Vamos por la vida atendiendo aquello que confirma nuestra mirada, que nos mantiene en nuestras conocidas jaulas, las historias repetidas que nos contamos.  Es así como nuestros sesgos van limitando el paisaje y aprendemos sin querer a evitar territorios desconocidos para revisitar incansablemente senderos que conocemos de memoria y que muchas veces nos generan sufrimiento, desconexión y sensación de vacío, sesgando la mirada hacia aquello que falta, hacia lo que no es suficiente, hacia aquello que debería ser diferente a lo que es, incluyendo en ese ser diferente a nosotros mismos. 

Así como la mente naturalmente puede inclinarse y autoperpetuarse en este modo de ver, también podemos reconocer que no estamos determinados a ello. Es liberador reconocer que podemos inclinar voluntariamente nuestra mente hacia apreciar lo que si funciona, los sostenes invisibles que silenciosamente tejen el entramado de nuestra vida y la de todos los seres. Reconociendo todo lo que sí está ahí por fuera del territio de nuestras jaulas y narrativas, apreciar aquello que no falta, dirigiendo la mirada hacia lo que sostiene la frágil y eterna trama de la vida.

Dirigir nuestra mente a mirar el trasfondo y apreciar lo que se está manifestándo es sin dudas una cualidad virtuosa de nuestra mente y un acto de coraje del corazón. 

No dar por sentada nuestra vida, es un acto poderoso y transformador. Poder reconocer la vulnerabilidad, la fragilidad y la impermanencia del momento presente conlleva un potencial profundo: nos permite despertarnos a la vida y a la belleza de todo lo bueno que también sucede en ella, pero que puede quedar invisibilizado a nuestros ojos y a nuestro sentir. 

El riesgo de invisibilizar la belleza está siempre presente. Se incrementa con una mente reactiva y acelerada, que no puede apreciar los procesos vivos que están ocurriendo, ni cómo está funcionando y entrando en contacto con el mundo. Cuando no tenemos introspección de los propios procesos e ignoramos nuestra verdadera naturaleza, confundimos el campo de los fenómenos cambiantes y transitorios que emergen como la realidad última y sólida en sí misma.  Ignoramos allí nuestra verdadera naturaleza y la belleza que radica en ella y en el mundo. 

Hacer de lo ordinario algo extraordinario es una práctica para toda la vida, es una manera nueva y revolucionaria de percibirnos y de percibir el mundo, reconociendo los sostenes cotidianos, darnos cuenta de todas las condiciones, fenómenos y seres que muchas veces y sin darnos cuenta nos sostienen. 

No hay que ir muy lejos para notar lo que anónimamente está sosteniendo la vida, y nuestra vida en particular, sólo por nombrar algunos ejemplos, mientras lees ahora está funcionando tu corazón, tu sistema respiratorio y digestivo, tu cerebro y un complejísimo sistema nervioso, que permite que estés consciente justo ahora, y solo mencionamos estos pocos ejemplos, podríamos considerar también que respiramos el aire de nuestro entorno que está ahí disponible, y sin el cual no viviríamos, está también la luz del sol y el alimento, y podríamos seguir enumerando fenómenos que están sosteniendo nuestra vida justo ahora y de múltiples y silenciosas formas durante miles de millones de momentos.  

La buena noticia es que podemos inclinar nuestra mente en la dirección apreciativa, y contemplar esta trama que está sosteniendo la vida. Esta inclinación apreciativa es una cualidad virtuosa de la mente y del corazón que podemos poner en práctica. Poder comprenderlo como una práctica cotidiana nos permite contrarrestar el sesgo negativo del cerebro, que nos hace que reconozcamos lo que no anda bien y que tiene por finalidad ayudarnos a sobrevivir como especie.

En situaciones de amenaza nuestro cerebro puede reaccionar con emociones como el miedo y la rabia. Las respuestas de lucha, huida o desconexión exacerban este sesgo negativo del cerebro y nos hacen entrar en patrones que tienden a confirmarlo y perpetuarlo. Sin embargo, reconocer que ésta no es una realidad, sino que es una manera de percibir, nos permite contrarestar este sesgo para buscar una visión más clara y ecuánime de nuestra experiencia,  reconociendo también el trasfondo que habitualmente no notamos, pero que sin embargo está ahí sosteniendo la vida. Esta perspectiva nos abre a la posibilidad de ampliar nuestro rango de percepción habitual y así poder conectar con la apreciación, como un modo calmo y abierto de entrar en contacto con la experiencia. Recibir la vida de un modo apreciativo se vuelve entonces el corazón de la práctica.  

De manera paulatina la práctica de apreciar se convierte en el camino que nos conduce a la luz de la gratitud que emerge de manera orgánica, como un fruto del aprecio a la vida. Una mente y un corazón que pausa, que deja entrar, que percibe con mayor claridad y conciencia de los sesgos, que ofrece una menor reactividad y una mayor receptividad va dando lugar a la manifestación de la gratitud natural que habita en nuestra consciencia despierta. La gratitud es una cualidad que se asocia a estados mentales y emocionales más hábiles y virtuosas en el camino del desarrollo espiritual y que nos permiten vivir una vida más plena, con mayor perspectiva, comprensión y sentido.

Poder sentir gratitud y cultivarla deliberadamente implica en sí mismo que antes debimos darnos cuenta y reconocer aquello que nos fue dado y que está ahí. Este sencillo pero potente acto de despertar, de ser conscientes, implica que no damos por sentado nada de lo que es. Todo lo que sucede podría no existir, comenzando por esta precisa respiración que ahora mantiene tu vida mientras lees estas palabras. 

Todo cambia y todo es incierto, salvo una cosa: la certeza que llegará el día en que no habrá una nueva inhalación, tan solo quedará la última exhalación. Es entonces que nos damos cuenta que mientras estemos respirando hay oportunidades abiertas y este momento en un sentido profundo es buen momento, ya que es el único momento en verdad disponible, para abrir con coraje los ojos del corazón, para cultivar con amable determinación un estado interno de receptividad amorosa, y apreciar el misterio y el regalo de estar vivos. 

Una mente apreciativa abre el camino al agradecimiento genuino como una respuesta calma en el encuentro con la vida. Vivir agradecidos como un modo de estar y de ser en el mundo es un camino posible de ser recorrido, y podemos empezar ahora a transitarlo. 

Finalmente, compartimos el poema Los justos de Jorge Luis Borges, quien resalta precisamente el valor de aquello que está ahí y que sostiene la vida.

Los justos

Jorge Luis Borges

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.