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Mindfulness con Compasión: El arte y la ciencia de relacionarnos amablemente con nosotros mismos y con los demás

Quisiera compartirles y desarrollar tan sólo una gran idea central, y esta idea podría resumirla como la necesidad de desarrollar una comprensión profunda de mindfulness, que incorpore un reconocimiento a sus raíces, el contexto cultural y junto con ello, visibilizar los aspectos nucleares de la práctica de mindfulness, en especial hoy quisiera proponer que mindfulness y compasión son las dos caras de la misma moneda. No es mindfulness y compasión, sino más bien mindfulness con compasión.

Creo que una comprensión profunda de mindfulness necesariamente nos lleva a entenderlo como modo de ser-en-el-mundo, como un modo de habitar nuestra experiencia y no como una técnica más. Comencemos deteniéndonos en este primer tópico.

1. Presencia plena-Conciencia-Abierta (mindfulness) como un modo de ser-en-el-mundo.

En primer lugar quisiera referirme a la importancia de desarrollar una comprensión profunda de la práctica de mindfulness. Creo que una comprensión profunda de mindfulness debe considerarla primariamente como un modo de ser y habitar nuestra experiencia, como un nuevo paradigma comprensivo que pueda permear toda todas las dimensiones de nuestra vida, nuestras conductas, nuestras creencias, nuestros valores y nuestra identidad, mindfulness nos invita a vivenciar desde una nueva perspectiva, con mirada de principiante. En este sentido, le hacemos un flaco favor a la práctica de mindfulness si la consideramos tan sólo como una técnica o una herramienta más, no porque no podamos verla desde esta perspectiva, sino que esta mirada sólo refleja a mi parecer la superficie y no el fondo de la práctica. A mi parecer mindfulness no es un mero entrenamiento de la atención (aunque lo incluye) sino que es una perspectiva de ser-en-el-mundo encarnada y relacional.

Uno de los pioneros en la integración entre las prácticas contemplativas en occidente fue el neurobiólogo chileno Francisco Varela, co-fundador junto al Dalai Lama y otros importantes investigadores del Mind and life, él al referirse a mindfulness lo hacía dando cuenta de la doble dimensión de esta práctica, entendiéndola como una práctica de presencia plena con conciencia abierta, como una práctica de vivir nuestras vidas presentes y alertas, con una actitud de apertura, sean cuales sean las circunstancias que estemos viviendo. Presencia plena por un lado acompañada de una conciencia abierta, no separadas si no unidas en un mismo instante.

Si estamos de acuerdo en entender mindfulness como un modo ser-en-el-mundo, podemos reconocer que este modo de vida ha estado presente en distintas tradiciones culturales y de sabiduría, tanto orientales como occidentales, desde el cristianismo místico hasta la tradición hindú, pasando por el sufismo en la tradición del islam y también en diversas tradiciones indígenas latinoamericanas, sin embargo podemos reconocer que como parte central de una tradición cultural ha sido y sigue siendo cultivada sistemáticamente desde hace más de 2600 años por la tradición budista. Desde esta perspectiva, me parece valioso destacar que esta práctica es un modo de ser-en-el mundo corporizado, enraizado y relacional, presente en muy diferentes tradiciones de sabiduría, y como tal como un modo humano universal.

Me parece valioso en este punto subrayar que por nuestros propias preconcepciones culturales modernas corremos el riesgo de entender mindfulness sólo como una técnica o herramienta más, que podemos adaptar o de la cual podamos echar mano, perdiendo así su riqueza y sentido profundo.

Y es que en nuestra tradición cultural occidental, influida por una modernidad dualista, por la revolución industrial y por un énfasis utilitarista a ultranza, corremos el riesgo de transformar cualquier cosa en otro objeto más que puede ser utilizado. Así mindfulness también corre el riesgo de ser mal entendido y utilizado sólo superficialmente, a nivel de técnica, sin que permee y cuestione nuestro propio paradigma. Es como si tuviéramos cataratas en los ojos y para resolverlo sólo cambiáramos nuestros lentes de sol.

Entender mindfulness como un modo de ser-en-el-mundo nos abre a la posibilidad de volver a observar nuestro modo de vida de raíz y no sólo en la superficie. El valor que tiene esta práctica es que puede renovar nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con quienes nos rodean y con el mundo en el cual habitamos, precisamente porque ofrece un paradigma alternativo, propone un nuevo modo de comprender y vivir nuestra experiencia.

Es importante reconocer que la práctica de mindfulness es a la vez una práctica antigua y nueva (paradójico ¿no?), es antigua en el sentido de que es una práctica que tiene más de 2500 años de vida, y que sigue siendo practicada sistemáticamente en la cultura tradicional budista hasta el día de hoy; y a la vez es nueva, en el sentido de que ha sido redescubierta y revalorizada en el mundo occidental desde fines de los años 70 y principios de los años 80, en gran parte gracias al trabajo pionero muchas personas, quisiera destacar sólo a dos de ellas: Jon Kabat-Zinn quien ha desarrollado un vital aporte en el ámbito clínico y de investigación (especialmente con el desarrollo del MBSR) y Thich Nhat Hanh, monje zen vietnamita, de quien seguro hemos escuchado, y quien ha desarrollado la práctica de mindfulness en occidente desde mediados de los años 70 y quien publicó el primer libro que en occidente que tiene en su título la palabra mindfulness (El milagro del mindfulness, de 1976) Con mindfulness lo antiguo y lo nuevo convergen.

En un sentido profundo, la práctica de mindfulness es nueva aunque tenga 2600 años porque implica un modo de estar y sentirnos vivos, implica un volver a casa y conectarnos con la vida que está transcurriendo y no es un mero discurso o teoría, sino que involucra una práctica corporizada y relacional, con otros.

En los últimos años mindfulness se ha ido transformando en un puente integrador de diálogo entre oriente y occidente. De alguna forma el gran impacto que ha tenido en el mundo occidental se debe, al menos en parte, a la necesidad y al desgaste de nuestro propio paradigma sociocultural moderno y occidental, el cual pide a gritos una renovación.

2. Mindfulness y Compasión: Las dos caras de la misma moneda

Si queremos comprender la práctica de mindfulness de una manera profunda, me parece que es importante tener cuidado en el modo en que mindfulness es traducido y comprendido en el mundo occidental.

El que mindfulness provenga desde una tradición cultural diferente implica el riesgo que leamos y entendamos mindfulness desde nuestros propio y particular paradigma, sin cuestionarlo ni revisarlo, realizando una acción colonizadora más que genuinamente dialogante. Como Gadamer (1977) lo señala, para que exista un genuino encuentro, un diálogo transformador, tengo que estar dispuesto a que lo que me diga mi interlocutor me transforme y no sólo tratar de convencer al otro que tengo la razón, del mismo modo, una comprensión profunda de mindfulness implica estar dispuestos a cuestionar nuestra propia manera de mirar y entender el mundo, y no sólo pensar en cuales técnicas de mindfulness me pueden ser de utilidad, sin cuestionar mi paradigma, sólo así la práctica de mindfulness desplegará todo su potencial transformador.

En la tradición occidental, influida por la modernidad, estamos acostumbrados a segmentar la experiencia, dividiendo y clasificándolo todo: sujeto por un lado y objeto por otro lado. Sin embargo, en el contexto cultural desde el cual la práctica de mindfulness emergió (el budismo) esto no es así, incluso en la misma definición mindfulness (o sati en Pali) esto se ilustra, aquí mindfulness es entendido como un modo de estar atentos y despiertos con toda nuestra mente-corazón, no mente por un lado y corazón por otro lado, sino que unidos tal cual como se da la experiencia. Esto se puede observar en el siguiente Kanji japonés de mindfulness (ver figura N°1).

Figura N1: En Japonés la palabra mindfulness combina de darse cuenta con las palabras mente y corazón. Es darse cuenta con mente y corazón unidos.

Darse cuenta del momento presente, con toda nuestra mente y corazón. Del mismo modo, en elemento central e indisociable de la práctica de mindfulness es que esta siempre está unida a la compasión. No puede existir mindfulness sin compasión ni haber compasión sin mindfulness.

Si nos detenemos en este punto podemos reconocer que en mindfulness siempre está presente la compasión. A modo de ejemplo, Shapiro & Carlson (2009) al buscar sistematizar mindfulness señalaron que mindfulness en cada momento presenta tres componente, que interactúan entre sí, siendo cada uno elemento indispensable para que la experiencia de mindfulness se despliegue. Estos tres aspectos son: Intención, Atención y Actitud (IAA) que según las autoras, no son secuenciales, sino que ocurren simultáneamente (ver figura N°2). No es sólo atención, sino que es una atención con una intención y una actitud precisas. La intención de buscar reducir el sufrimiento y al mismo tiempo generar un mayor bienestar, junto con una actitud compasiva, tal como lo dice el Dalai Lama, que ante el reconocimiento del sufrimiento podamos actuar de un modo hábil y creativo para aliviarlo. Mindfulness entonces necesariamente incluye una actitud compasiva. Dicho en sencillo, sino tiene compasión no es mindfulness.

Figura N°2: Modelo de mindfulness con Atención, Intención y Actitud (AII)

Por otro lado, si lo miramos desde el punto de vista de la compasión, esta necesariamente incluye mindfulness, no podemos ser compasivos sino estamos presentes y despiertos a lo que está ocurriendo en el momento presente, sino estamos presentes, ¿ante qué estamos siendo compasivos?

Un ejemplo de ello es el que nos enseña Kristin Neff, investigadora de la Universidad de Texas, quien en los últimos años ha profundizado en la investigación sobre la autocompasión. Ella destaca que la autocompasión incluye necesariamente mindfulness como uno de sus componentes nucleares, ella destaca que la autocompasión puede ser entendida como la capacidad de ser amables y bondadosos con nosotros mismos cuando estamos viviendo un momento de sufrimiento, Neff (2003) menciona tres componentes centrales de la autocompasión: La bondad hacia nosotros mismo, el sentimiento de humanidad compartida, y mindfulness, entendiendo este último en este contexto, como la capacidad de tener una mayor perspectiva ante el propio sufrimiento y no sumergirnos ante las emociones difíciles (ver figura N°3).

Figura N°3 Tres componentes de la autocompasión.

La práctica de mindfulness entonces nos invita a reconocer la bondad con la que ya contamos y dirigirla hacia nosotros mismos en los momentos de adversidad.

Les invito a que nos detengamos unos momentos en la compasión.

Cuando hablamos de compasión estamos hablando del sentimiento de bondad, cuidado y comprensión por las personas que sienten dolor (incluyéndonos), junto con el deseo emergente de aminorar ese sufrimiento, destacándose un reconocimiento de compartir la condición humana, frágil e imperfecta. (Germer & Siegel, 2012)

La compasión la podemos entender como una sensibilidad básica hacia el sufrimiento propio y de los demás, junto con el compromiso por aliviarlo. Entonces podemos reconocer que la compasión posee al menos 2 componentes: 1. Acercarnos, comprender y relacionarnos con el sufrimiento, y 2. Tratar de aliviarlo y prevenirlo. Desde esta perspectiva surge un espacio ético de cuidado.

De acuerdo a Paul Gilbert (2005), Psicólogo e investigador de la Universidad de Derby, esta compasión está enraizada en nuestra capacidad biológica del cuidado por otros, sensitividad al malestar, tolerancia al malestar, empatía, no juicio sosteniendo un tono emocional cálido.

Desde una perspectiva evolutiva, Paul Gilbert (2009) plantea que la compasión estaría asociada a uno de los tres sistemas naturales de regulación emocional. El primero de ellos estaría orientado a la vitalidad y excitación, que tendría como propósito proponernos metas y buscar alcanzarlas. El segundo sistema de regulación emocional estaría encargado de lidiar con las amenazas y la búsqueda de la seguridad, en él se activaría un sistema de acción-inhibición. Emociones intensas como la rabia, el miedo y la ansiedad estarían asociadas con este propósito. Finalmente, y en común con los demás mamíferos, existiría un sistema de regulación emocional asociado a la filiación y la amabilidad, lo que llevaría a sentirnos más conectados y calmados. Aquí la hormona de la oxitocina y los opiáceos actuarían permitiendo que esto ocurra. La compasión en este último sistema de regulación emocional tendría un rol central y un profundo sentido evolutivo. Así es como la compasión nos permitiría sobrevivir como individuos y como especies. Hay reveladores estudios que están resaltando esta capacidad humana universal (ver figura N°4).

Figura N°4: Modelo de regulación emocional (Paul Gilbert, 2009)

En este punto quisiera destacar uno de los estudios sobre compasión y altruismo que se están desarrollando actualmente. Quisiera mostrarles un breve vídeo del estudio realizado por los investigadores Warneken, Hare, Melis, Hanus, y Tomasello, (2007) del Instituto Mark Planck, y en el cual se puede observar conductas altruista y compasiva en niños muy pequeños, en niños de un poco más de 1 año de vida, veamos el vídeo [2].

¿Qué les parece? ¿Qué les genera el verlo?- Probablemente aparezca un natural ánimo compasivo en todos nosotros. ¿Se fijaron que las conductas de los niños no fueron motivadas para obtener una recompensa? ¿No actuaron buscando conseguir un chocolate o una carita feliz? La pregunta que surge entonces es ¿Qué motivó a estos niños a actuar de un modo altruista?- Probablemente una capacidad natural de conexión con las necesidades del otro y desde esta conexión emerge una natural respuesta de colaboración.

Detengámonos unos breves momentos en la autocompasión, esta misma capacidad, pero ahora dirigida hacia nosotros mismos.

Christopher Germer (2009), Psicólogo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard especifica que la auto-compasión implica darnos a nosotros mismos el cuidado, el consuelo y la serenidad que de forma natural hacemos llegar a quienes queremos cuando están sufriendo, cuando fracasan o cuando se sienten inadecuados. Kristin Neff (2012) por su parte ha señalado que la auto-compasión implica ser cálidos y comprensivos con nosotros mismos, en vez de criticarnos cuando estamos sufriendo, cuando sentimos que hemos fallado o cuando nos sentimos incompetentes.

La auto-compasión es un concepto que viene incorporándose recientemente al ámbito investigativo y clínico y ha sido importante caracterizarlo y diferenciarlo de otros conceptos, por ejemplo diferenciar la auto-compasión de la autoestima, ya que la autoestima está basada en una evaluación o en un juicio crítico dirigido a nosotros mismos (Barnard & Curry, 2011), mientras que la auto-compasión tiene a la base un reconocimiento de la humanidad compartida y la auto-aceptación. La auto-compasión tampoco es lástima por uno mismo. De acuerdo a Germer & Siegel (2012), la lástima se caracteriza porque la persona se sumerge en los propios problemas, olvidándose de los problemas de los demás, mientras que la auto-compasión se caracteriza por estar disponible para los demás. La autocompasión al reconocer la humanidad compartida permite incluso superar la lástima por nosotros mismos. La autocompasión tampoco es auto-complacencia o auto-indulgencia. Según Barnard & Curry (2011) la auto-compasión permite reconocer con claridad los propios errores, sin necesidad de ponernos a la defensiva, y por supuesto actuar para enmendar los errores cometidos.

Estudios recientes han comenzado a dar luces de los efectos que tiene la práctica sistemática de la auto-compasión: Según diversos estudios (Neff, 2003; Neff, Kirkpatrick & Rude, 2007; Germer & Neff, 2013) el incremento en la auto-compasión está correlacionada con la disminución significativa en los niveles de ansiedad y depresión. (Auto-compasión y Depresión: r=-0.5 y -0.7; Auto-compasión y Ansiedad: r= -0,6 y -0.7). Dentro de las hipótesis que explicarían estas correlaciones encontramos la teoría evolutiva de la compasión de Gilbert (2014). La auto-compasión activaría el sistema neurológico de calmar y suavizar, sistema propio de mamíferos y particularmente de primates. También podría influir el hecho que la auto-compasión es un factor que se contrapone al auto-criticismo, y en la medida que mientras más se cultiva la primera, naturalmente la segunda se reduce. De acuerdo a Blatt (1995) el auto-criticismo es un importante predictor de la ansiedad y la depresión.

En un estudio reciente sobre felicidad y bienestar, Baer, Peters & Lykins (2012) encontraron una alta correlación entre auto-compasión y bienestar psicológico en poblaciones no clínicas. De acuerdo a diversos estudios un incremento en la auto-compasión está asociada a una menor rumiación mental y supresión de pensamientos catastróficos (Neff, 2003), mayor claridad de sentimientos y habilidad para reportar los propios estados de ánimo negativos (Neff, 2003), una mayor conexión social y satisfacción con la vida (Neff, 2003; Neff, Kirkpatrick & Rude, 2007), las personas auto-compasivas además exhiben una manera gentil y saludable de relacionarse consigo mismas (Leary, M, Tate, E, Adams, C, Allen, A & Hancock, 2007; Reyes, 2012) y según Deci & Ryan (1995) las personas auto-compasivas han mostrado tener una mayor fortalezas psicológicas, entre ellas: Mayor felicidad, optimismo, curiosidad y exploración, iniciativa personal y afectos positivos (Seligman & Csikszentmihalyi, 2000).

Como podemos ver, la autocompasión puede ser un factor clave en el cultivo del bienestar.

En este punto y para ir concluyendo quisiera comentarles que en Chile hemos estado dando algunos pequeños pasos en la investigación sobre los efectos de la práctica de mindfulness con autocompasión en contextos vulnerabilidad psicosocial, me gustaría contarles brevemente que en el marco de mi tesis doctoral estamos implementando un taller titulado: aprendiendo a relacionarnos amablemente con nosotras mismas, un taller de 8 semanas de duración basado en el taller de mindfulness y autocompasión de Neff y Germer (2013), pero adaptado a la realidad y características locales. Es un taller en que participan mujeres adultas de sectores vulnerables de la periferia de Santiago de Chile, a la fecha hemos realizado 4 talleres y actualmente estamos realizando el quinto. No les voy a contar todo el detalle de la investigación, por razones de tiempo, (si a alguien le interesa lo podemos conversar en el café) sin embargo, si quisiera mostrarles algunos de nuestros resultados preliminares, hemos observado que producto de la práctica se ha ido desarrollando en las participantes un nuevo modo de relacionarse con ellas mismas y con sus seres queridos, más amable, comprensivo y compasivo (en vez de autocrítico). Ante las situaciones difíciles las participantes han comenzado a desplegar estrategias de autocuidado y ha ido aprendiendo a darse prioridad a si mismas, además ha habido incrementos estadísticamente significativos en la reducción de síntomas de ansiedad, estrés y depresión, junto con el incremento de los indicadores de bienestar. Por ahora, sólo comparando el inicio y el término del taller. Esta es una investigación que está aún en proceso y nos falta incorporar los datos de los grupos de control, por lo cual no podemos sacar conclusiones definitivas, sin embargo, tenemos algunos resultados preliminares alentadores. Al parecer la práctica sistemática de mindfulness con autocompasión tendría efectos significativos en nuestra población.

3. Conclusiones

Para concluir, quisiera volver al punto de inicio, pero con una mirada renovada, la propuesta de mindfulness con compasión a mi parecer permite renovar la práctica de mindfulness, de alguna forma la compasión es un componente esencial de un mindfulness profundo, poner énfasis en la compasión permite entender que mindfulness no es meramente un entrenamiento atencional, ni una herramienta más, sino que es un modo de ser-en-el-mundo que nos abre desde el corazón a nuestros semejantes y a nosotros mismos, mindfulness con compasión nos conecta con la dignidad de estar vivos, con el regalo del eterno momento presente y con una perspectiva renovada, la que brota de nuestro interés por el bienestar de todos los seres, la práctica de la compasión puede entonces transformar nuestras vidas. Thich Nhat Hanh lo dice con las siguientes palabras: “Cuando la lluvia de la compasión cae, incluso un desierto llega a ser un inmenso océano verde”.

Muchas gracias y buenas tardes.

Referencias

Baer, R. A., Peters, J. R., & Lykins, E. L. B. (2012). Mindfulness and self-compassion as predictors of psychological wellbeing in long-term meditators and matched nonmeditators. J. Posit. Psychol. Journal of Positive Psychology, 7(3), 230-238.

Barnard, L. K., & Curry, J. F. (2011). Self-Compassion: Conceptualizations, Correlates, & Interventions. Review of General Psychology, 15, 4, 289-303.

Blatt, S. J. (January 01, 1995). The destructiveness of perfectionism. Implications for the treatment of depression. The American Psychologist, 50, 12, 1003-20.

Deci, E., & Ryan, R. (1995) Human autonomy: Tha basis for true self-esteem. In M.H. Kernis (Ed.), Efficacy, agency and self-esteem (pp.31-49). New York: Plenum Press.

Gadamer, H-G. (1977). Verdad y método: Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca: Ediciones Sígueme.

Germer, C. K. (2009). The mindful path to self-compassion: Freeing yourself from destructive thoughts and emotions. New York: Guilford Press.

Germer, C. K., & Siegel, R. D. (2012). Wisdom and compassion in psychotherapy: Deepening mindfulness in clinical practice. New York: Guilford Press.

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Neff, K. D. (2003). Self-compassion: An alternative conceptualization of a healthy attitude toward oneself. Self and Identity, 2, 85-102.

Neff, K. D., Kirkpatrick, K. & Rude, S. S. (2007). Self-compassion and its to adaptive psychological functioning. Journal of Research in Personality, 41, 139-154.

Neff, K. D. (2012). The science of self-compassion. In C. Germer & R. Siegel (Eds.), Compassion and Wisdom in Psychotherapy, 79-92. New York: Guilford Press.

Neff, K. & Germer, C. (2013). Being kind to yourself: The science of self-compassion. In T. Singer & M. Bolz (Eds.) Compassion: Bridging theory and practice: A multimedia book (pp. 291-312). Leipzig, Germany: Max-Planck Institute.

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Seligman, M. & Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology an introduction, recuperado de http://psych.upenn.edu/seligman/apintro.htm

Shapiro, S. L., & Carlson, L. E. (2009). The art and science of mindfulness: Integrating mindfulness into psychology and the helping professions. Washington, DC: American Psychological Association.

Warneken, F., Hare, B., Melis, A.P., Hanus, D., & Tomasello, M. (2007). Spontaneous altruism by chimpanzees and young children. PLoS Biology, 5 (7), 1414 – 1420.

[1] Correspondencia dirigirla a claudio.araya@uai.cl.

[2] Link del video: https://www.youtube.com/watch?v=Z-eU5xZW7cU.Página web del equipo investigador: http://www.eva.mpg.de/psycho/study-videos.php

**Escrito basado en la Presentación del II International Metting of Mindfulness, Sao Paulo-Brasil

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