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Nostalgia de presencia

Por Claudio Araya Véliz.

Cuando recordamos con nostalgia un momento ocurrido en el pasado, quizás no añoramos únicamente volver al momento concreto, sino que primordialmente añoramos volver a sentir lo que experimentamos en ese momento, sentirnos vivos y despiertos. Incluso si tuvieramos la posibilidad de volver, probablemente nos decepcionaríamos, ya que ni el momento ni nosotros seríamos los mismos. Considerando lo anterior, quizás más que hablar de nostalgia del pasado, podríamos hablar más bien de nostalgia de presencia.

Me gusta pensar que todos compartimos esta curiosa nostalgia, esta añoranza por habitar el momento presente de un modo pleno y vital, como cuando éramos niños y jugábamos sin preocuparnos.

Creo que como seres humanos compartimos esta profunda necesidad de retornar a casa, de tomar refugio en el momento presente, no entendiendo éste como un lugar físico particular, sino más bien como un modo de ser y habitar nuestra experiencia. 

Si nos dejamos conducir por esta nostalgia de presencia se nos abre la posibilidad de libramos de las ataduras de la cordura y del deber ser, para bordear la cornisa del no saber, entrando en contacto con la vida, que como un río va transcurriendo, sin detenerse, momento a momento. 

Aunque nuestras piernas tiemblen y aunque nuestros pies quieran salir corriendo, la nostalgia de presencia nos interpela a volver, a dejar de lado nuestras malas excusas para quedarnos justamente aquí, en el momento, con los ojos y oídos bien abiertos.

Aunque a veces le hagamos caso a nuestras malas excusas, la nostalgia de presencia nos da una señal que nos invita a volver, para conectar con el momento presente, vital pero incierto, donde nuestras única respuestas dignas son el asombro, la compasión y el amor.

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